lunes, 18 de enero de 2010

QUIERO E INTENTARÉ...


Quiero dormir sin ser interrumpida, despertar cuando se me acabe el sueño. Levantar la persiana y ser invitada por los rayos del sol a salir a respirar aire fresco y puro.


Quiero caminar descalza por la arena del mar imprimiendo mis huellas en su suave alfombra, y despeinarme con las caricias de su viento ondulante.


Quiero pasear por el campo verde y florido disfrutando del aroma a resina, higuera y jara y escuchar el canto que los pajarillos dejan caer mientras libremente vuelan.


Quiero ser la escogida para recibir la visita de una delicada mariposa aleteando a mi alrededor hasta posarse en mi mano unos instantes.


Quiero convertirme en ave para poder visualizar la inmensidad de sitios que aún no he visto.


Quiero que el aire que respiro se impregne de los armoniosos sonidos acordes a mi estado de ánimo y poder mostrar siempre mi mejor sonrisa.


Quiero alimentar mi cabeza de sabiduria y ser capaz de escribir sabias palabras envolventes dirigidas especialmente a acariciar el alma, a confortarla y dar esperanza para continuar con más fuerza en este camino en que me encuentro.


Como de momento alas no creo me vayan a salir, espero que mis piernas me permiten llegar a donde quiero, así que mientras intentaré:


Levantarme un poquito antes para no tener que salir corriendo, y me dé tiempo a asomarme a la ventana para comprobar si llueve o no.


Caminar hasta el trabajo por el bonito Paseo del Prado, agradecida por tener un buen puesto de trabajo.


Tomar un baño de sales con velitas e incienso, acompañada por la relajate música de Snatam Kaur y dejarme llevar hasta transportarme a esos lugares que tanto anhelo.


Contar hasta 20 si es necesario para no poner grito en el cielo cuando las cosas no son como quiero, y sobre todo no olvidar que siempre hay algún motivo para sonreir y dar gracias a la señora Vida por dejarme estar aquí.


viernes, 8 de enero de 2010

El club de las Malas Madres, de Lucía Etxebarría


Texto del libro: "Yo no soy una buena madre. Y probablemente usted, que me lee, tampoco.Si usted ha decidido quedarse en casa y consagrase al cuidado de sus hijoses usted una madre hiperprotectora, amén de un parásito, un ser que vive aexpensas de otro y a espaldas de las verdaderas preocupaciones ydificultades de la vida.Si usted trabaja fuera de casa entonces desatiende usted a sus hijos, ynadie valorará el hecho de que tenga usted que hacer verdaderosmalabarismos para conciliar la vida familiar y la laboral.
Lo peor de todo es que unas y otras van acusándose mutuamente: la que se queda encasa arremete contra la que trabaja, y viceversa, como si no fuerasuficiente con recibir los ataques de los pediatras, los psicólogos, losespecialistas en sueño, los periodistas, las , las suegras y lascuñadas.
Nosotras, las de hoy, aseguran ciertos psicoanalistas, somos lafuente de todos los problemas de nuestros hijos, porque tenemos demasiadafuerza y le hemos robado la autoridad a los padres.Si su hijo es hiperactivo, si tiene rabietas, si insulta a otros niños enel colegio, la culpa será siempre de usted, porque o bien le consientedemasiado o bien no le atiende lo suficiente. ¿Y dónde están esos padres alos que les hemos robado la autoridad? ¿Cuánto han luchado paradefenderla?Nadie culpará al padre, nadie cuestionará nunca que el padre trabaje fuerade casa o viaje. Pero ¡ay de usted si lo hace! No solo tendrá queenfrentarse al goteo constante de comentarios más o menos directos oindirectos por parte de su madre, de su suegra, de las de loscompañeros de cole de su retoño, sino, sobre todo, tendrá usted que lidiarcon su propio sentimiento de culpa, que no la dejará vivir.
Yo no soy una buena madre. Trabajo fuera de casa y además viajo. Dejo a mihija con canguros. Tengo novios y vida social. No le he proporcionado a mihija ese entorno familiar estable que entronizan los manuales depediatría y las revistas de papel couché.
No soy una buena madre pero pago las facturas de mi hija (el colegio, lacomida, los canguros, la ropa, los juguetes, el pediatra y, muy a mipesar, las Barbies), apenas duermo para poder llevarla al colegio todoslos días, dedico la mayor parte de mi tiempo libre a su cuidado y todo miespacio mental a pensar en ella.
No soy una buena madre, como no lo somos ninguna. Es lo más parecido a loque vivíamos en la primera adolescencia. La que intimaba con los chicosera una p**a, la que se resistía era una estrecha: no había término medio.
El caso es que nunca llueve a gusto de todos y una mujer nunca hace lascosas bien.
A la madre nunca se le valora lo que hace y para colmo no tiene derecho aquejarse, so pena que se le diga que… es una mala madre.Nuestra sociedad es perfeccionista y quiere individuos perfectos.
Superhombres que se afeiten con acabado impecable, que conduzcan cochesque apenas hagan ruido, que vayan al gimnasio tres veces por semana.Supermadres de brillante sonrisa y silueta juncal, triunfadoras en todoslos ámbitos, adoradas por sus maridos y respetadas por sus jefes, ycriadoras de niños sanos y emocionalmente estables. Nuestra sociedad haconvertido el goce en un modelo, y el goce inmediato en el valor supremo.Y un niño no es goce ni inmediatez. Un hijo implica renuncia yperspectiva. Y sobre todo, implica aceptar que la perfección no existe.
Usted, que me lee ¿está con los nervios de punta porque no le da tiempo ahacer todo lo que debería?, ¿tiene diez kilos de más?, ¿no tiene tiempopara ir al gimnasio y, si lo tuviera, lo emplearía en dormir?, ¿desearíaque a veces fuera él el que se ocupara de la compra, de la colada, de losbiberones y de la visita al pediatra?, ¿a veces se enfada, a veces estáharta, a veces llora y a veces, mucha veces, no está en condiciones de darlo mejor de sí misma?
Estupendo. Bienvenida al Club de las Malas . Recuerde: no somos lasmejores pero somos la mayoría".
A pesar de todo, yo no intento ni pretendo ser la mejor madre del mundo, por Dios, que esfuerzo... me conformo con estar siempre que me necesiten, y que me dejen achucharles cuando yo lo necesite. Y lo que opinen los demás, me las refanfinfla.

Me encanta ¿y a vosotros?