Relato en el tren.

Subieron en paradas inmediatas, primero ella encontrando asiento y después él ojeando ansioso, presintiéndola entre la muchedumbre buscaba agitado su presencia.
Ella mirándose en el espejo y dándose el último retoque de colorete, se miraba el escote comprobando que todo estaba en su sitio, y esperaba, más bien, desesperaba; él ya tenía que estar aquí, de pronto le sobresaltó el sonido de su teléfono, era su voz, la que le anunciaba que ya estaba ahí, pero no la veía.
Ella le confirmaba que estaba en la cabecera del tren, él afirmaba que también lo estaba, ella insistía en que no sería así, si aún no se habían encontrado. Ella le indicó que se bajara en la próxima parada.
Estaban separados por escasos metros, él casi podía masticar el olor de su aroma recién perfumado, pero no la veía. Fue ella quien nada más girar la cabeza como gacela en celo le localizó; nervioso, impoluto, sediento, impaciente, vibrante, y entre apreturas fue sorteando los obstáculos que los viajeros provocaban, hasta aproximarse hacia él y encontrarse con su mirada, una mirada que más bien era un scáner que rastreaba cada poro de su piel intentando imaginarse cómo sabría. Fue un saludo tan distante… no hubo beso, sólo el ya, ya estamos los dos juntos, y mientras ella se sentía radiante e iluminada por el escanéo que la regalaba, él no paraba de temblar. Próxima parada Villaverde Alto, correspondencia con línea 4 de cercanías y línea 1, de Metro.
Rápidamente bajaron y allí quedaron como dos enamorados que tendrían que decidir dónde ir para fundir sus cuerpos y quizá también sus almas.